viernes, marzo 23, 2007

Faraway so close

El Huevo anda por el sumpermercado, en la parte de los snacks, tiene la trompa estirada así como de fomedad. Lo veo desde la parte de la mantequilla de maní donde me detengo cada vez que voy al súper pensando q no puedo comprar un frasco porque nos llenaríamos irremediablemente de espinillas purulentosas. El Huevo no se ha dado cuenta de mi, sigue con su trompa estirada, con sus manos toma un paquete, lo inspecciona, lee algo en la parte de las letras incomprensibles de las papas fritas, luego lo devuelve, levanta la cabeza y sigue su revisión.

Me acuerdo de que hace un montón de años el Huevo y yo éramos tan amigos que pasábamos desde las 10 de la mañana hasta las 12 de la noche para arriba y para abajo. El Huevo espantó a mis primeros pretendientes con su metro 80 de huesos y extremidades descoordinadas. Yo a él le espanté unas cuantas mujerzuelas de 13 años.

Caminábamos por Pajaritos hasta la Plaza de Maipú para meternos en las maquinitas de videojuegos, donde gastábamos todo lo que lográbamos sacarle a nuestras respectivas familias. A veces, caminábamos de la mano, nos reíamos un montón. A mi me daba cosa pasar por esa parte donde estaba el consultorio, porque me venía la imagen de aquella vez cuando tuve un accidente doméstico y me partí en 5 cm la parte interna de una mejilla, y en esa carnicería me cosieron sin anestesia.

El Huevo por fin se decide por un paquete de pretzels, aunque sigue con el puchero y evidentemente no está contento con la elección. Estoy demasiado cerca y aún así el no se ha percatado de mi presencia.

"Hola Huevito", le digo. Me mira y su puchero se desarma en una sonrisa amable, abre los ojos como si despertara de una ensoñación de everscrisp, "tonta", dice, "que no te veo hace como dos años", deja su paquete, su carro, y todo su él se convierte en un abrazo en cuatro dimensiones.



- y tú...?
- ... también
- me parece ...
- puede ser


No le dije nada importante. El supermercado sólo sirve para confundirse.